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No sé si será por las experiencias que me han tocado vivir, o simplemente que ya soy demasiado mayor para creer en las casualidades o en el azar.

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Nunca he sido muy de culpar a nadie de las cosas malas que me han podido llegar a pasar, porque hasta cuando ha sido otra persona la que me ha hecho daño con sus actos o sus palabras, en cierto modo, he sido yo quien se lo ha permitido.

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Dicen que no te hace daño quien quiere, sino quien puede, y es cierto, al igual que es verdad que nadie puede hacerte daño si tú no se lo permites.

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Monstruos hay muchos por ahí sueltos, pero tú y sólo tú eliges tenerlos cerca.

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Las malas personas, las egoístas, las manipuladoras, las oportunistas, las envidiosas… en definitiva, las personas tóxicas, abundan en nuestro entorno, por eso es tan importante elegir a quién tienes a tu lado y a quién debes soltar.

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Yo ya no tengo tiempo ni ganas de soportar a personas inmaduras que huyen de sus responsabilidades. Que no saben vivir con intensidad o que no son capaces de valorar las pequeñas cosas de la vida.

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Los pequeños detalles son los que engrandecen a las personas y yo a mi lado quiero a gente que me haga crecer, que sepa tocarme el corazón, que su esencia me llegue al alma. Lo esencial es lo que hace que la vida tenga sentido.

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Quiero rodearme de personas humanas, no quiero más monstruos en mi vida, no más lobos con piel de cordero.

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Pero ante todo, quiero ser ese tipo de persona, porque, efectivamente, todo pasa por algo… Por imbécil, por ejemplo.

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